Cap 10. EL DESCENSO DEL RÓDANO

Cap. 10 - EL DESCENSO DEL RÓDANO

Dejo Suiza atrás y comienzo el descenso del Ródano con ganas de llegar a Barcelona. La travesía me lleva dos días cruzando el sur de Francia bajo el frío y la lluvia. Dos días silenciosos y solitarios.

Una vez en la Junquera, como por arte de magia, junto con las prostitutas, las tiendas cargadas de merchandising del Barça, las señeras y los camiones, aparecen el sol y los treinta grados. Bendita sea Europa por empeñarse en enseñarnos lo valioso de un buen clima. No me malinterpretéis, intento evitar caer en la maldición del andaluz, la que nos hace sentirnos orgullosos por el sol y la playa como si tuviéramos algo que ver con ello, pero vivo una lucha constante en mi interior, algo me dice que quiero vivir en Málaga, quiero creer que son razones objetivas, pero la sombra del nacionalismo se cierne sobre mí constantemente. Mejor vivir así, en la duda, que sentirme seguro de algo cuando todo indica que en este mundo la verdad no es más que otro constructo humano, como el amor o el tiempo.

Mientras me sumerjo en mi duda veo una inmensa bandada de pájaros sobrevolando los campos de Girona y, pensándolo mejor, a la mierda la duda, los pájaros también van hacia el sur. Los pájaros tampoco aguantan los días lluviosos del otoño en el Ródano, tampoco quieren pasar el invierno en Ámsterdam, lejos del sol, los pájaros prefieren las aceitunas a las patatas sin pelar fritas en mantequilla

La A7 parece doblarse en el mapa para acercarse al golf de Roses y me lleva a Sant Pere Pescador. El efecto tonificante de las aguas del Mediterráneo en el mes de Noviembre se ve multiplicado por el placer de quitarme la mierda que llevaba encima después de dos días de coche. Me cambio, me afeito, me como un bocadillo y sigo cuesta abajo.

No sé si os habréis fijado pero la carretera que pasa por Chiclana y por Sant Pere Pescador, es la misma, la nacional trescientos cuarenta. Conforme te acercas a Barcelona comienzan a aflorar los peajes y yo huyo de la autovía hacia la mencionada nacional. Pocas diferencias aprecia la vista cuando cruza Arenys o Roquetas de Mar, los mil y pico kilómetros que recorre esta carretera por el litoral mediterráneo parecen hechos con un mismo molde pero con colores diferentes. El atasco es monumental, pero los atascos saben diferente cuando no tienes prisa alguna, y especialmente cuando empiezo a ver en el horizonte la silueta de Barcelona.

Después de haber escuchado a personas de todo el mundo hablar mal de su ciudad natal me he dado cuenta que nunca es la ciudad la que tiene la culpa, es la persona y las condiciones en las que se encuentra. El lugar donde nacemos nos da forma pero también nos limita, y hasta que no rompemos esos límites y conocemos otros sitios no nos damos cuenta de que podemos ser felices donde sea. Algo así me pasó a mí en Barcelona. Salí de Málaga hace unos seis años huyendo de nada, para encontrar que todo de lo que huía estaba también en Barcelona, y estaría en cualquier sitio al que fuera. Así superé la negación, y Barcelona no hace más que recordarme que tú haces tu propia suerte.

En seis años mucho habrá cambiado, me voy a encontrar otra ciudad porque yo soy otro. De hecho lo primero que hago al llegar a Barcelona es ir al bar de la parada de metro de Llacuna donde solía desayunar. El bar ha pasado a ser una sala de control del metro. Tras este chasco me dirijo a El Patio, la okupa donde viví durante seis meses, sin saber siquiera si queda alguna de las quince personas con las que conviví o si la casa sigue en pie.

Antes de llamar a la puerta esta se abre y aparece justo la persona a la que quería ver. Mil recuerdos me evocan su súbita presencia, y sobre todos las voces de Charly García y Neto Mestre cantando al unísono “Bienvenidos al tren”.

Mi nombre es Carlos Moratalla. Soy músico y técnico de sonido, con todo lo que eso trae consigo. Tengo un grupo, más que un grupo una hermandad. Nos hacemos llamar Oceans. También soy músico callejero. Hasta ahora he tocado siempre en mi Málaga natal, a la sombra de la manquita, a excepción de unos meses que pasé en Barcelona. Allí fue donde aprendí casi todo lo que sé sobre esto, en la parada de metro de Ciutadella.

Hace unos meses decidí que iba a coger el coche y recorrer Europa con la intención de visitar a algunos amigos que tengo desperdigados y ahorrar algo de dinero tocando o, al menos, volverme sin haber perdido nada. Mi idea era visitar Granada, Jaén, Ontígola, Durango, Ginebra, Amsterdam, Cracovia, Basilea y Barcelona. En total más de 7.000 km. En este blog os iré relatando mis aventuras y desventuras por el camino acompañando cada texto con un video cantando alguno de los temas que interpreto en la calle

Una respuesta a “Cap 10. EL DESCENSO DEL RÓDANO

  1. Buenas. Soy un amigo de Arón, que me recomendó este blog (lo digo porque a lo mejor no sabes quién soy). Hace tiempo que leo tus entradas o posts o como se diga, y este último me ha gustado especialmente. Escribes muy bien. Creo que podrías hacer una recopilación o una novela o ensayo o libro de viajes, porque además de escribir bien tienes muchas vivencias y cosas que contar y haces reflexiones interesantes. Yo por lo menos lo leería con gusto si lo hicieras.

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